Prensa amarilla, sensacionalista y alarmista
Se asocia el término ‘prensa amarilla’ con aquellas publicaciones cuyas noticias favoritas y más frecuentes están relacionadas con catástrofes, crímenes, robos, escándalos y desgracias familiares, además suelen presentar la información haciendo hincapié en los aspectos negativos, magnificándolos y exagerándolos, acompañándolos de fotografías lo más llamativas y truculentas posible.
Noam Chomski, escribía lo siguiente:
" La prensa, vestida siempre con los rojos de la objetividad y de la dignidad, resulta cada vez más instrumento de manipulación informativa, de comunicación sesgada y, en fin, de presión económica, política e ideológica. Sin embargo, no basta con censurar el progresivo deslizamiento de la prensa hacia actitudes negativas por sus consumidores, porque, a pesar de todo, sigue siendo la mejor posibilidad de acceder a la realidad circundante, especialmente desde una perspectiva de sosiego y reflexión, en la que gana la partida a la radio y a la televisión. Habrá, pues, que consumirla pero desde una actitud de crítica sospecha y de análisis sistemático de sus contenidos para ni llamarse a engaño ni infravalorar sus mensajes".
Chomski plantea lo que constituye la gran aporía de la prensa y del conjunto de los medios de comunicación social: que en todo discurso mediático se mezclan elementos positivos y negativos, en función del mismo carácter de tales medios, es decir, de su inevitable vinculación a lo empresarial, a lo político, a lo ideológico e inclusive a lo religioso. Lo cual convierte su lectura en una grosera aventura cotidiana, porque ningún medio permanece siempre idéntico a sí mismo: cada día el suelo se mueve para la pretendida información, para la necesaria opinión y según sus intereses.
Hoy la pretensión de mantener claramente una distinción entre medios serios y medios amarillistas parece bastante problemática. El amarillismo es parte de una estética cuando menos inquietante, insubordinada a lo serio, en franca disputa por los nuevos espacios semióticos de la industria cultural.
En la actualidad la prensa ha perdido seriedad y profundidad en beneficio de una superficialidad más inteligible y de una aproximación a la realidad más elemental. Este fenómeno es fundamental a la hora de juzgar cierto descrédito en que ha caído nuestra gran prensa, en ocasiones no solamente amarillista sino casi un cómic de cuanto sucede, tal es el grado de vulgaridad en la noticia y en el humor que demuestra. Tanto en el ámbito de información como de opinión, el tono genérico ciertamente ha disminuido de altura intelectual, en consonancia con los tiempos que vivimos.
La prensa ha acabado por ser el instrumento mediático de mayor incidencia en la formación de las llamadas "opiniones mediaticas", más allá de las reacciones inmediatas ante el fenómeno televisivo que es más llamativo pero menos incisivo.
Un todo, el universo mediático, que determina, desde los ámbitos del dinero, la nueva estructura democrática, moviendo el suelo de la ética, de la moral, de la política y, en fin, de todo lo que socialmente aparece en el horizonte de la vida cotidiana.
Es conveniente superar la noción simplista de sensacionalismo como manifestación del mal gusto en los medios masivos o como función narcotizante.
Hoy, la pretensión de mantener claramente una distinción entre medios serios y medios sensacionalistas parece bastante problemática. El sensacionalismo es parte de una estética inquietante, insubordinada a lo serio, en abierta disputa por los nuevos espacios semióticos de la industria cultural.
Está claro que el amarillismo o sensacionalismo está presente, en mayor o menor medida, en todos los medios impresos y que su instauración en determinados periódicos aumenta día a día, de forma preocupante, ante el temor de que la competencia se haga con grupos de lectores que antes no comulgaban con su línea editorial. El grado de superficialidad dependerá de la pretendida seriedad que quiera transmitir el periódico, pero incluso medios con una contrastada trayectoria de credibilidad están incurriendo en el error de introducirse al sensacionalismo.
La función fundamental de la prensa es informar sin embargo en nuetro medio la apertura reciente de investigaciones por parte de los organismos oficiales es fuente de infundios en los medios tanto escrítos como televisivos y radiales, en donde se aprovecha de ellas para ganar rating.
Cada vez que un político habla al respecto le da carne a estos medios para promover y difundir alarma, desconfianza, y contradicciones cuyo fín real es el terror mediático.
Estos medios fungen de moralistas promoviendo el caos; azuzando a los políticos tirando piedras y escondiendo la mano. El modelo que emplean consiste en hacer pisar el palito y en base a esto obtienen ranking amarillento.
Sibilinamente juntan, so pretexto de entrevistas, a perro, pericote y gato para crear zozobra y que nada quede claro. Es la típica estrategia troskista de confusión para que en terreno pantanoso nada quede claro, salvo el imperio del ranking, que al final demuestra burda manipulación y encubrimiento.
En medio de la alarma creada y en un medio, sembrado por los medios, de desconfianza y sospecha se cumple la profesía autocumplida y destruyen candidaturas, imagenes, carreras y posibilidades, cumpliendo un nefasto fín político.
Evidentemente, los medios no son acepticos, manejados habilmente estan construyendo un arma política, actuando como operadores políticos abiertos estan incumpliendo el rol de imparcialidad que deben tener los medios.
Haciendo taimado uso de la libertad de información se convierten en operadores políticos que se venden al mejor postor.
PAV/ 20.11.17
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